La maestra ha muerto, viva su memoria.

El pasado 16 de febrero de 2023, siendo las 20:23 horas, la maestra entregó su alma al creador, luego de padecer las dolencias físicas de los bienaventurados, a consecuencia de una patología desoladora. La gran curiosidad de esta circunstancia era que había nacido en la Clínica Marly de Bogotá (18 de junio de 1950) y terminó sus últimos instantes en la misma institución. Encomendado por el editor de la Revista a realizar este homenaje, gracias a mi cercanía sentimental con la maestra, he continuado con su legado por más de 30 años en el Departamento de Obstetricia y Ginecología y, como ella misma decía, “con la impronta del Instituto Materno Infantil, Universidad Nacional de Colombia”. Allí me acogió como ahijado académico y, luego de guiar mis primeros pasos en la docencia, se convirtió en mi amiga incondicional hasta los últimos momentos de su existencia. Tengo muchísimas anécdotas de ese periodo en el que compartimos revistas médicas, casos clínicos, escritura de artículos, celebraciones sociales, homenajes, congresos nacionales, ayudantías quirúrgicas, entre otros, teniendo siempre una palabra sabia, un apunte jocoso y hasta un regaño amable. Para mí, ella se había convertido en mi madrina, mi profesora, mi amiga, mi colega, mi consejera. Recientemente, en mi posesión como miembro correspondiente de la Academia Nacional de Medicina, el 23 de febrero del presente año, en mi presentación expresé mi tristeza por su ausencia y me referí a ella como mi “mentora” en mi ejercicio profesional. 1. Director del Departamento de Obstetricia y Ginecología, Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá (Colombia). https://doi.org/10.18597/rcog.4013