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Abstract
Desde los años 80 –y paralelamente al proceso de desregularización del mercado laboral español (Espin-Andersen, 2000)–, se ha producido un aumento de la actividad laboral de las mujeres y las madres (Tobío, 2005; 2012), pero en unas condiciones de desigualdad con los hombres y los padres. Para las mujeres, a menor número de hijos/as, mayor probabilidad de encontrar un empleo remunerado (Moreno, 2012), y más posibilidad de obtener un salario más alto –en 2009 las mujeres con hijos/as reducían su sueldo un 6% si tiene un hijo/a, un 14% si tiene dos, y más de un 15% si tiene tres– (Molina y Montunga, 2009). Según la encuesta de fecundidad realizada por el INE (2018), tres de cuatro mujeres desearían tener más hijos de los que tienen, de las cuales un 25,05% dice que no los ha tenido por motivos laborales, y un 19,10% por motivos económicos, produciéndose un child gap (Bernardi, 2003) entre los hijos deseados y los que finalmente se tienen. A través del análisis de un blog de madres y 59 entrevistas a madres trabajadoras, se concluye que el mercado laboral español funcionaría como un mecanismo de gobernanza reproductiva (Morgan y Roberts, 2012), definiendo a “las madres” como malas trabajadoras, ya que se considera que son las principales cuidadoras de sus hijos/as, independientemente si lo son o no, y por lo tanto se entiende que no podrán cumplir con las demandas de tiempo y presencia que requiere el mercado laboral español. El mercado laboral prioriza las “no-madres”, definidas como personas a quien no se les atribuye que puedan priorizar los cuidados de los hijos/as a las demandas laborales, es decir hombres y mujeres, estas últimas sin hijos/as y que no estén en edad potencial de reproducirse.