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Abstract
La infamia constituye el modelo ideal de castigo actual, ya que marca el cuerpo real y simbólico de ciertos sujetos, sin ninguna mediación institucional: los individuos y los grupos sociales se arrogan el derecho a imputar, juzgar y castigar. De manera que existen instituciones formales y, además, ciertos colectivos informales que neutralizan, excluyen, matan y encierran real y simbólicamente, ejerciendo un poder para-judicial y para-penal. En palabras más precisas, hay una penalidad que no pasa necesariamente por el poder judicial ni el proceso legal, sino por el tribunal social y psicológico efectuado por algunos agentes de control social informal. La realidad evidencia la absorción progresiva del proceso judicial en el juicio colectivo, sin ninguna garantía ni código distinto a la mirada, el murmullo social y el juicio instantáneo. La sociedad se transforma así en un tribunal permanente que odia, etiqueta y castiga, y cuya inmediatez, espontaneidad y anonimato reaviva la infamia de los viejos sistemas de la penalidad medieval, así como la devastadora marcación totalitaria.