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El deporte, que se había empezado a extender con fuerza en el mundo occidental, ofreció la posibilidad de llenar el tiempo libre que las obligaciones diarias dejaban. Muchos hombres, y cada vez más mujeres, popularizaron la actividad física hasta conseguir que fuese uno de los principales exponentes de los nuevos tiempos. Aunque España había sido un país neutral durante toda la contienda, en muchos sentidos participó de las transformaciones experimentadas por el mundo occidental durante aquella década. La prensa de la época recogería con nitidez la firme voluntad de aquellos hombres y mujeres de superar la tragedia vivida. Esta generación de posguerra necesitaba un bálsamo que les permitiera afrontar el futuro con la salud física y mental recuperada. Fue entonces cuando cayeron en la cuenta de que el deporte podía proporcionarles lo que buscaban, esto es, salud, divertimento y superación de retos con optimismo y desenfado. No es de extrañar, por tanto, que a lo largo de la década aumentase la popularidad de los deportes conocidos y que se incorporasen otros que vinieron a satisfacer la creciente demanda existente. Era tanta la gente que se acercaba al mundo del deporte como jugador o como público que en poco tiempo alcanzó la categoría de fenómeno social. El aumento de la afición vino acompañado de un incremento del número de publicaciones especializadas en la materia, que, como es fácil de imaginar, no pararon de multiplicar sus ventas. Pero era tal la información deportiva que el nuevo fenómeno generaba que el resto de la prensa se vio obligada a reservarle un espacio en sus páginas, por pequeño que éste fuese.","PeriodicalId":329476,"journal":{"name":"Studia Historica. 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«La alegría del músculo». Las mujeres y la cultura deportiva en la España de los locos veinte a través de la prensa
Antes de que los totalitarismos de los años treinta convirtiesen el cuerpo humano en trasunto del alma colectiva de la nación, la década de los veinte se presentó como un tiempo en el que los individuos se dispusieron a disfrutar de los placeres que su propio cuerpo les proporcionaba como manera de resarcirse del horror vivido durante la Primera Guerra Mundial. De esta manera, el goce individual, y por extensión el colectivo, fue una forma de proyectarse en el futuro para poder olvidar el trauma del inmediato pasado. La modernidad del periodo quedó patente en muchos aspectos de la vida, uno de ellos sería el del ocio, concepto amplio y novedoso llamado a tener un gran porvenir. El deporte, que se había empezado a extender con fuerza en el mundo occidental, ofreció la posibilidad de llenar el tiempo libre que las obligaciones diarias dejaban. Muchos hombres, y cada vez más mujeres, popularizaron la actividad física hasta conseguir que fuese uno de los principales exponentes de los nuevos tiempos. Aunque España había sido un país neutral durante toda la contienda, en muchos sentidos participó de las transformaciones experimentadas por el mundo occidental durante aquella década. La prensa de la época recogería con nitidez la firme voluntad de aquellos hombres y mujeres de superar la tragedia vivida. Esta generación de posguerra necesitaba un bálsamo que les permitiera afrontar el futuro con la salud física y mental recuperada. Fue entonces cuando cayeron en la cuenta de que el deporte podía proporcionarles lo que buscaban, esto es, salud, divertimento y superación de retos con optimismo y desenfado. No es de extrañar, por tanto, que a lo largo de la década aumentase la popularidad de los deportes conocidos y que se incorporasen otros que vinieron a satisfacer la creciente demanda existente. Era tanta la gente que se acercaba al mundo del deporte como jugador o como público que en poco tiempo alcanzó la categoría de fenómeno social. El aumento de la afición vino acompañado de un incremento del número de publicaciones especializadas en la materia, que, como es fácil de imaginar, no pararon de multiplicar sus ventas. Pero era tal la información deportiva que el nuevo fenómeno generaba que el resto de la prensa se vio obligada a reservarle un espacio en sus páginas, por pequeño que éste fuese.