Antonio Olivera-La Rosa, Eliana Aristizábal, Yesid Felipe Tapias Medina
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¿Por qué somos tan susceptibles a los sesgos derivados de la percepción del rostro?
“Yo no juzgo a las personas”. Probablemente el lector haya escuchado esta expresión en más de una ocasión. La realidad, no obstante, es muy diferente. Si algo hemos aprendido de décadas de investigación en los sesgos derivados de la percepción facial, es que los juicios asociados a las primeras impresiones resultan virtualmente inevitables. Se podría decir que estamos predeterminados para juzgar, pese a que no siempre lo hacemos intencionalmente.