IF 0.1 Q4 AREA STUDIES Encrucijada Americana Pub Date : 2019-11-27 DOI:10.53689/ea.v1i1.145
Andrés Bello López
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Europa, recién convalecida del trastorno en que la revolución francesa puso a casi todas las monarquías, encontró en la revolución de América del Sur un espectáculo semejante al que poco antes de los tumultos de París había fijado sus ojos en la del Norte, pero más grandioso todavía, porque la emancipación de las colonias inglesas no fue sino el principio del gran poder que iba a elevarse de este lado de los mares, y la de las colonias españolas debe considerarse como su complemento. \nUn acontecimiento tan importante, y que fija una era tan marcada en la historia del mundo político, ocupó la atención de todos los Gabinetes y los cálculos de todos los pensadores. No ha faltado quien crea que un considerable número de naciones colocadas en un vasto continente, e identificadas en instituciones y en origen, y a excepción de los Estados Unidos, en costumbres y religión, formarán con el tiempo un cuerpo respetable, que equilibre la política europea y que, por el aumento de riqueza y de población y por todos los bienes sociales que deben gozar a la sombra de sus leyes, den también, con el ejemplo, distinto curso a los principios gubernativos del Antiguo Continente. Mas pocos han dejado de presagiar que, para llegar a este término lisonjero, teníamos que marchar por una senda erizada de espinas y regada de sangre; que nuestra inexperiencia en la ciencia de gobernar había de producir frecuentes oscilaciones en nuestros Estados; y que mientras la sucesión de generaciones no hiciese olvidar los vicios y resabios del coloniaje, no podríamos divisar los primeros rayos de prosperidad. \nOtros, por el contrario, nos han negado hasta la posibilidad de adquirir una existencia propia a la sombra de instituciones libres que han creído enteramente opuestas a todos los elementos que pueden constituir los Gobiernos hispanoamericanos. Según ellos, los principios representativos, que tan feliz aplicación han tenido en los Estados Unidos, y que han hecho de los establecimientos ingleses una gran nación que aumenta diariamente en poder, en industria, en comercio y en población, no podían producir el mismo resultado en la América española. La situación de unos y otros pueblos al tiempo de adquirir su independencia era esencialmente distinta: los unos tenían las propiedades divididas, se puede decir, con igualdad, los otros veían la propiedad acumulada en pocas manos. Los unos estaban acostumbrados al ejercicio de grandes derechos políticos al paso que los otros no los habían gozado, ni aun tenían idea de su importancia. Los unos pudieron dar a los principios liberales toda la latitud de que hoy gozan, y los otros, aunque emancipados de España, tenían en su seno una clase numerosa e influyente, con cuyos intereses chocaban. Estos han sido los principales motivos, porque han afectado desesperar de la consolidación de nuestros Gobiernos los enemigos de nuestra independencia. \nEn efecto, formar constituciones políticas más o menos plausibles, equilibrar ingeniosamente los poderes, proclamar garantías y hacer ostentaciones de principios liberales, son cosas bastante fáciles en el estado de adelantamiento a que ha llegado en nuestros tiempos la ciencia social. Pero conocer a fondo la índole y las necesidades de los pueblos a quienes debe aplicarse la legislación, desconfiar de las seducciones de brillantes teorías, escuchar con atención e imparcialidad la voz de la experiencia, sacrificar al bien público opiniones queridas, no es lo más común en la infancia de las naciones y en crisis en que una gran transición política, como la nuestra, inflama todos los espíritus. Instituciones que en la teoría parecen dignas de la más alta admiración, por hallarse en conformidad con los principios establecidos por los más ilustres publicistas, encuentran, para su observancia, obstáculos invencibles en la práctica; serán quizá las mejores que pueda dictar el estudio de la política en general, pero no, como las que Solón formó para Atenas, las mejores que se pueden dar a un pueblo determinado. La ciencia de la legislación, poco estudiada entre nosotros cuando no teníamos una parte activa en el gobierno de nuestros países, no podía adquirir desde el principio de nuestra emancipación todo el cultivo necesario, para que los legisladores americanos hiciesen de ella meditadas, juiciosas y exactas aplicaciones, y adoptasen, para la formación de las nuevas constituciones, una norma más segura que la que pueden presentarnos máximas abstracciones y reglas generales. \nEstas ideas son plausibles; pero su exageración sería más funesta para nosotros que el mismo frenesí revolucionario. Esa política asustadiza y pusilánime desdoraría al patriotismo americano; y ciertamente está en oposición con aquella osadía generosa que le puso las armas en la mano, para esgrimirlas contra la tiranía. Reconociendo la necesidad de adaptar las formas gubernativas a las localidades, costumbres y caracteres nacionales, no por eso debemos creer que nos es negado vivir bajo el amparo de instituciones libres y naturalizar en nuestro suelo las saludables garantías que aseguran la libertad, patrimonio de toda sociedad humana que merezca nombre de tal. En América, el estado de desasosiego y vacilación que ha podido asustar a los amigos de la humanidad es puramente transitorio. Cualesquiera que fuesen las circunstancias que acompañasen a la adquisición de nuestra independencia, debió pensarse que el tiempo y la experiencia irían rectificando los errores, la observación descubriendo las inclinaciones, las costumbres y el carácter de nuestros pueblos, y la prudencia combinando todos estos elementos, para formar con ellos la base de nuestra organización. Obstáculos que parecen invencibles desaparecerán gradualmente: los principios tutelares, sin alterarse en la sustancia, recibirán en sus formas externas las modificaciones necesarias, para acomodarse a la posición peculiar de cada pueblo; y tendremos constituciones estables, que afiancen la libertad e independencia, al mismo tiempo que el orden y la tranquilidad, a cuya sombra podamos consolidarnos y engrandecernos. Por mucho que se exagere la oposición de nuestro estado social con algunas de las instituciones de los pueblos libres, ¿se podrá nunca imaginar un fenómeno más raro que el que ofrecen los mismos Estados Unidos en la vasta libertad que constituye el fundamento de su sistema político y en la esclavitud en que gimen casi dos millones de negros bajo el azote de crueles propietarios? Y sin embargo, aquella nación está constituida y próspera. \nEntre tanto, nada más natural que sufrir las calamidades que afectan a los pueblos en los primeros ensayos de la carrera política; mas ellas tendrán término, y América desempeñará en el mundo el papel distinguido a que la llaman la grande extensión de su territorio, las preciosas y variadas producciones de su suelo y tantos elementos de prosperidad que encierra. \nDurante este período de transición, es verdaderamente satisfactorio para los habitantes de Chile ver que se goza en esta parte de América una época de paz que, ya se deba a nuestras instituciones, ya al espíritu de orden que distingue el carácter nacional, ya a las lecciones de pasadas desgracias, ha alejado de nosotros escenas de horror que han afligido a otras secciones del continente americano. En Chile están armados los pueblos por la ley; pero hasta ahora esas armas no han servido sino para sostener el orden y el goce de los más preciosos bienes sociales; y esta consoladora observación aumenta en importancia al fijar nuestra vista en las presentes circunstancias, en que se ocupa la nación en las elecciones para la primera magistratura. Las tempestuosas agitaciones que suelen acompañar a estas crisis políticas no turban nuestra quietud; los odios duermen; las pasiones no se disputan el terreno; la circunspección y la prudencia acompañan al ejercicio de la parte más interesante de los derechos políticos. Sin embargo, estas mismas consideraciones causan el desaliento y tal vez la desesperación de otros. Querrían que este acto fuese solemnizado con tumultos populares, que le presidiese todo género de desenfreno, que se pusiesen en peligro el orden y las más caras garantías... ¡oh!, ¡nunca lleguen a verificarse en Chile estos deseos! ♦ \nEl Araucano, Santiago de Chile, 1836.","PeriodicalId":40144,"journal":{"name":"Encrucijada Americana","volume":"11 1","pages":""},"PeriodicalIF":0.1000,"publicationDate":"2019-11-27","publicationTypes":"Journal Article","fieldsOfStudy":null,"isOpenAccess":false,"openAccessPdf":"","citationCount":"1","resultStr":null,"platform":"Semanticscholar","paperid":null,"PeriodicalName":"Encrucijada Americana","FirstCategoryId":"1085","ListUrlMain":"https://doi.org/10.53689/ea.v1i1.145","RegionNum":0,"RegionCategory":null,"ArticlePicture":[],"TitleCN":null,"AbstractTextCN":null,"PMCID":null,"EPubDate":"","PubModel":"","JCR":"Q4","JCRName":"AREA STUDIES","Score":null,"Total":0}
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摘要

大陆方面的扩大它在世界政治、解放其原dominadores,添加一个新成员,让大联盟,同时热情的热爱自由的原则,恐惧敌人机构的特殊性,像点击,和美国的政治家们的好奇心。欧洲大革命convalecida刚从障碍,把几乎所有的君主,发现在南美洲革命表演与前不久对混乱的巴黎北里有固定的眼睛,但更伟大的解放,因为英国殖民地无非是大国要提升的原则在这边的大海,和西班牙的殖民地,被视为他的插件。这一重大事件,在政治世界的历史上确立了一个重要的时代,引起了所有内阁和所有思想家的注意。没有谁觉得那种大量布设在一个广阔的大陆国家,确定机构和源头上,除美国外,在习俗和宗教,将随着时间的推移,一个杰出的身体平衡欧洲政治和财富增加,社会人口和所有资产应享有的影子,适用的法律,以身作则,与旧大陆的统治原则不同。但很少有人不预言,要达到这个奉承的境界,我们必须走一条布满荆棘和鲜血的道路;我们在治理科学方面的经验不足,使我们的国家经常发生动荡;只要几代人的继承不让我们忘记殖民主义的恶习和残余,我们就看不到繁荣的曙光。另一些人则相反,甚至拒绝我们在自由机构的阴影下获得我们自己的存在的可能性,这些机构认为完全反对可能构成西班牙裔美国政府的所有因素。他们很高兴,代表性的原则,已在美国、英国和机构已掌握的一项伟大的国家,每天,在工业、贸易和人口,无法产生相同的结果在西班牙美利坚合众国。在这一时期,所有的民族在获得独立时的情况基本上是不同的:一些民族的财产被分割,可以说是平等的,而另一些民族的财产积累在少数人手中。有些人习惯于行使巨大的政治权利,而另一些人则不知道这些权利的重要性。他们中的一些人能够给予自由主义原则今天所享有的一切自由,而另一些人,尽管从西班牙解放出来,却有一个庞大而有影响力的阶级,他们的利益与这个阶级发生了冲突。这些是主要原因,因为我们独立的敌人对巩固我们的政府感到绝望。事实上,在当今社会科学所达到的先进状态下,形成或多或少合理的政治宪法、巧妙地平衡权力、宣布保证和炫耀自由原则都是相当容易的事情。但深入的知识需求的性质和人民应立法,不信任seducciones明亮的理论,仔细聆听公正经验的声音,牺牲的亲人的观点,公益不是最常见的儿童在危机国家和一个伟大的政治过渡,我们这样的投诉,所有精神。那些在理论上似乎值得高度赞赏的机构,因为它们符合最杰出的宣传人员所确立的原则,但在实践中却遇到了不可克服的障碍;它们可能是一般政治研究所能决定的最好的,但不像梭伦为雅典所做的那样,是能给予特定民族的最好的。科学立法,研究当我们之间没有积极参加我们各国政府,不能获得解放以来我们的种植需要一切,要她meditadas, juiciosas美国议员和准确应用培训,并采取最安全的新宪法,一个规则可以介绍的幻想和格言一般规则。 大陆方面的扩大它在世界政治、解放其原dominadores,添加一个新成员,让大联盟,同时热情的热爱自由的原则,恐惧敌人机构的特殊性,像点击,和美国的政治家们的好奇心。欧洲大革命convalecida刚从障碍,把几乎所有的君主,发现在南美洲革命表演与前不久对混乱的巴黎北里有固定的眼睛,但更伟大的解放,因为英国殖民地无非是大国要提升的原则在这边的大海,和西班牙的殖民地,被视为他的插件。这一重大事件,在政治世界的历史上确立了一个重要的时代,引起了所有内阁和所有思想家的注意。没有谁觉得那种大量布设在一个广阔的大陆国家,确定机构和源头上,除美国外,在习俗和宗教,将随着时间的推移,一个杰出的身体平衡欧洲政治和财富增加,社会人口和所有资产应享有的影子,适用的法律,以身作则,与旧大陆的统治原则不同。但很少有人不预言,要达到这个奉承的境界,我们必须走一条布满荆棘和鲜血的道路;我们在治理科学方面的经验不足,使我们的国家经常发生动荡;只要几代人的继承不让我们忘记殖民主义的恶习和残余,我们就看不到繁荣的曙光。另一些人则相反,甚至拒绝我们在自由机构的阴影下获得我们自己的存在的可能性,这些机构认为完全反对可能构成西班牙裔美国政府的所有因素。他们很高兴,代表性的原则,已在美国、英国和机构已掌握的一项伟大的国家,每天,在工业、贸易和人口,无法产生相同的结果在西班牙美利坚合众国。在这一时期,所有的民族在获得独立时的情况基本上是不同的:一些民族的财产被分割,可以说是平等的,而另一些民族的财产积累在少数人手中。有些人习惯于行使巨大的政治权利,而另一些人则不知道这些权利的重要性。他们中的一些人能够给予自由主义原则今天所享有的一切自由,而另一些人,尽管从西班牙解放出来,却有一个庞大而有影响力的阶级,他们的利益与这个阶级发生了冲突。这些是主要原因,因为我们独立的敌人对巩固我们的政府感到绝望。事实上,在当今社会科学所达到的先进状态下,形成或多或少合理的政治宪法、巧妙地平衡权力、宣布保证和炫耀自由原则都是相当容易的事情。但深入的知识需求的性质和人民应立法,不信任seducciones明亮的理论,仔细聆听公正经验的声音,牺牲的亲人的观点,公益不是最常见的儿童在危机国家和一个伟大的政治过渡,我们这样的投诉,所有精神。那些在理论上似乎值得高度赞赏的机构,因为它们符合最杰出的宣传人员所确立的原则,但在实践中却遇到了不可克服的障碍;它们可能是一般政治研究所能决定的最好的,但不像梭伦为雅典所做的那样,是能给予特定民族的最好的。科学立法,研究当我们之间没有积极参加我们各国政府,不能获得解放以来我们的种植需要一切,要她meditadas, juiciosas美国议员和准确应用培训,并采取最安全的新宪法,一个规则可以介绍的幻想和格言一般规则。
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Las repúblicas hispanoamericanas: autonomía cultural
El aspecto de un dilatado continente que aparecía en el mundo político, emancipado de sus antiguos dominadores, y agregando de un golpe nuevos miembros a la gran sociedad de las naciones, excitó a la vez el entusiasmo de los amantes de los principios, el temor de los enemigos de la libertad, que veían el carácter distintivo de las instituciones que América escogía, y la curiosidad de los hombres de Estado. Europa, recién convalecida del trastorno en que la revolución francesa puso a casi todas las monarquías, encontró en la revolución de América del Sur un espectáculo semejante al que poco antes de los tumultos de París había fijado sus ojos en la del Norte, pero más grandioso todavía, porque la emancipación de las colonias inglesas no fue sino el principio del gran poder que iba a elevarse de este lado de los mares, y la de las colonias españolas debe considerarse como su complemento. Un acontecimiento tan importante, y que fija una era tan marcada en la historia del mundo político, ocupó la atención de todos los Gabinetes y los cálculos de todos los pensadores. No ha faltado quien crea que un considerable número de naciones colocadas en un vasto continente, e identificadas en instituciones y en origen, y a excepción de los Estados Unidos, en costumbres y religión, formarán con el tiempo un cuerpo respetable, que equilibre la política europea y que, por el aumento de riqueza y de población y por todos los bienes sociales que deben gozar a la sombra de sus leyes, den también, con el ejemplo, distinto curso a los principios gubernativos del Antiguo Continente. Mas pocos han dejado de presagiar que, para llegar a este término lisonjero, teníamos que marchar por una senda erizada de espinas y regada de sangre; que nuestra inexperiencia en la ciencia de gobernar había de producir frecuentes oscilaciones en nuestros Estados; y que mientras la sucesión de generaciones no hiciese olvidar los vicios y resabios del coloniaje, no podríamos divisar los primeros rayos de prosperidad. Otros, por el contrario, nos han negado hasta la posibilidad de adquirir una existencia propia a la sombra de instituciones libres que han creído enteramente opuestas a todos los elementos que pueden constituir los Gobiernos hispanoamericanos. Según ellos, los principios representativos, que tan feliz aplicación han tenido en los Estados Unidos, y que han hecho de los establecimientos ingleses una gran nación que aumenta diariamente en poder, en industria, en comercio y en población, no podían producir el mismo resultado en la América española. La situación de unos y otros pueblos al tiempo de adquirir su independencia era esencialmente distinta: los unos tenían las propiedades divididas, se puede decir, con igualdad, los otros veían la propiedad acumulada en pocas manos. Los unos estaban acostumbrados al ejercicio de grandes derechos políticos al paso que los otros no los habían gozado, ni aun tenían idea de su importancia. Los unos pudieron dar a los principios liberales toda la latitud de que hoy gozan, y los otros, aunque emancipados de España, tenían en su seno una clase numerosa e influyente, con cuyos intereses chocaban. Estos han sido los principales motivos, porque han afectado desesperar de la consolidación de nuestros Gobiernos los enemigos de nuestra independencia. En efecto, formar constituciones políticas más o menos plausibles, equilibrar ingeniosamente los poderes, proclamar garantías y hacer ostentaciones de principios liberales, son cosas bastante fáciles en el estado de adelantamiento a que ha llegado en nuestros tiempos la ciencia social. Pero conocer a fondo la índole y las necesidades de los pueblos a quienes debe aplicarse la legislación, desconfiar de las seducciones de brillantes teorías, escuchar con atención e imparcialidad la voz de la experiencia, sacrificar al bien público opiniones queridas, no es lo más común en la infancia de las naciones y en crisis en que una gran transición política, como la nuestra, inflama todos los espíritus. Instituciones que en la teoría parecen dignas de la más alta admiración, por hallarse en conformidad con los principios establecidos por los más ilustres publicistas, encuentran, para su observancia, obstáculos invencibles en la práctica; serán quizá las mejores que pueda dictar el estudio de la política en general, pero no, como las que Solón formó para Atenas, las mejores que se pueden dar a un pueblo determinado. La ciencia de la legislación, poco estudiada entre nosotros cuando no teníamos una parte activa en el gobierno de nuestros países, no podía adquirir desde el principio de nuestra emancipación todo el cultivo necesario, para que los legisladores americanos hiciesen de ella meditadas, juiciosas y exactas aplicaciones, y adoptasen, para la formación de las nuevas constituciones, una norma más segura que la que pueden presentarnos máximas abstracciones y reglas generales. Estas ideas son plausibles; pero su exageración sería más funesta para nosotros que el mismo frenesí revolucionario. Esa política asustadiza y pusilánime desdoraría al patriotismo americano; y ciertamente está en oposición con aquella osadía generosa que le puso las armas en la mano, para esgrimirlas contra la tiranía. Reconociendo la necesidad de adaptar las formas gubernativas a las localidades, costumbres y caracteres nacionales, no por eso debemos creer que nos es negado vivir bajo el amparo de instituciones libres y naturalizar en nuestro suelo las saludables garantías que aseguran la libertad, patrimonio de toda sociedad humana que merezca nombre de tal. En América, el estado de desasosiego y vacilación que ha podido asustar a los amigos de la humanidad es puramente transitorio. Cualesquiera que fuesen las circunstancias que acompañasen a la adquisición de nuestra independencia, debió pensarse que el tiempo y la experiencia irían rectificando los errores, la observación descubriendo las inclinaciones, las costumbres y el carácter de nuestros pueblos, y la prudencia combinando todos estos elementos, para formar con ellos la base de nuestra organización. Obstáculos que parecen invencibles desaparecerán gradualmente: los principios tutelares, sin alterarse en la sustancia, recibirán en sus formas externas las modificaciones necesarias, para acomodarse a la posición peculiar de cada pueblo; y tendremos constituciones estables, que afiancen la libertad e independencia, al mismo tiempo que el orden y la tranquilidad, a cuya sombra podamos consolidarnos y engrandecernos. Por mucho que se exagere la oposición de nuestro estado social con algunas de las instituciones de los pueblos libres, ¿se podrá nunca imaginar un fenómeno más raro que el que ofrecen los mismos Estados Unidos en la vasta libertad que constituye el fundamento de su sistema político y en la esclavitud en que gimen casi dos millones de negros bajo el azote de crueles propietarios? Y sin embargo, aquella nación está constituida y próspera. Entre tanto, nada más natural que sufrir las calamidades que afectan a los pueblos en los primeros ensayos de la carrera política; mas ellas tendrán término, y América desempeñará en el mundo el papel distinguido a que la llaman la grande extensión de su territorio, las preciosas y variadas producciones de su suelo y tantos elementos de prosperidad que encierra. Durante este período de transición, es verdaderamente satisfactorio para los habitantes de Chile ver que se goza en esta parte de América una época de paz que, ya se deba a nuestras instituciones, ya al espíritu de orden que distingue el carácter nacional, ya a las lecciones de pasadas desgracias, ha alejado de nosotros escenas de horror que han afligido a otras secciones del continente americano. En Chile están armados los pueblos por la ley; pero hasta ahora esas armas no han servido sino para sostener el orden y el goce de los más preciosos bienes sociales; y esta consoladora observación aumenta en importancia al fijar nuestra vista en las presentes circunstancias, en que se ocupa la nación en las elecciones para la primera magistratura. Las tempestuosas agitaciones que suelen acompañar a estas crisis políticas no turban nuestra quietud; los odios duermen; las pasiones no se disputan el terreno; la circunspección y la prudencia acompañan al ejercicio de la parte más interesante de los derechos políticos. Sin embargo, estas mismas consideraciones causan el desaliento y tal vez la desesperación de otros. Querrían que este acto fuese solemnizado con tumultos populares, que le presidiese todo género de desenfreno, que se pusiesen en peligro el orden y las más caras garantías... ¡oh!, ¡nunca lleguen a verificarse en Chile estos deseos! ♦ El Araucano, Santiago de Chile, 1836.
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