{"title":"Espacios y paisajes del horror en la Valencia moderna (siglos XV, XVI Y XVII)","authors":"J. A. Catalá Sanz, Pablo Pérez García","doi":"10.7203/cguv.108-9.23731","DOIUrl":null,"url":null,"abstract":"El derecho penal y la praxis punitiva del Antiguo Régimen impedían dar sepultura eclesiástica alos ajusticiados. Durante siglos, Europa quedó cubierta de campos de horcas, como muestran pinturasy grabados. Los cuerpos de los supliciados se integraban así macabramente en el espacio y en el paisaje,proyectando sobre ellos admoniciones, advertencias e imágenes brutalmente implacables de la justiciadel príncipe. En la Valencia moderna las sentencias de muerte se ejecutaban en las ciudades y grandespoblaciones. El único campo de horcas conocido fue el de Carraixet, establecido en 1356 y activo hastamediados del siglo xix. Los cadáveres permanecían allí colgados hasta que la Cofradía de los Inocentesy Desamparados los retiraba y enterraba con motivo de la festividad de San Matías, cada 24 de febrero.Los autores de crímenes atroces padecían sentencias agravadas: su cuerpo era mutilado y decapitadopost mortem. En estos casos, los restos del supliciado no se solían enviar a Carraixet ni recibían sepulturacanónica; la cabeza, las manos, los brazos y las piernas se usaban para resignificar espacios y señalizarel territorio. Con las cabezas y las manos se intentaba representar la “eficacia” y la dureza de la justiciareal, de modo que era costumbre colocarlas a la vista de los transeúntes, en los lugares donde se había perpetrado el crimen, en las puertas de acceso a la capital y en las cruces de los caminos. Brazos y piernas servían de igual manera para advertir a los delincuentes de las espantosas consecuencias de sus actos. De ahí que se exhibieran en los caminos, en los parajes donde se producían los asaltos y acechaban los bandidos y a lo largo de las grandes vías de comunicación de toda la Gobernación valenciana.","PeriodicalId":34408,"journal":{"name":"Cuadernos de Geografia de la Universitat de Valencia","volume":" ","pages":""},"PeriodicalIF":0.0000,"publicationDate":"2022-10-20","publicationTypes":"Journal Article","fieldsOfStudy":null,"isOpenAccess":false,"openAccessPdf":"","citationCount":"0","resultStr":null,"platform":"Semanticscholar","paperid":null,"PeriodicalName":"Cuadernos de Geografia de la Universitat de Valencia","FirstCategoryId":"1085","ListUrlMain":"https://doi.org/10.7203/cguv.108-9.23731","RegionNum":0,"RegionCategory":null,"ArticlePicture":[],"TitleCN":null,"AbstractTextCN":null,"PMCID":null,"EPubDate":"","PubModel":"","JCR":"","JCRName":"","Score":null,"Total":0}
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Abstract
El derecho penal y la praxis punitiva del Antiguo Régimen impedían dar sepultura eclesiástica alos ajusticiados. Durante siglos, Europa quedó cubierta de campos de horcas, como muestran pinturasy grabados. Los cuerpos de los supliciados se integraban así macabramente en el espacio y en el paisaje,proyectando sobre ellos admoniciones, advertencias e imágenes brutalmente implacables de la justiciadel príncipe. En la Valencia moderna las sentencias de muerte se ejecutaban en las ciudades y grandespoblaciones. El único campo de horcas conocido fue el de Carraixet, establecido en 1356 y activo hastamediados del siglo xix. Los cadáveres permanecían allí colgados hasta que la Cofradía de los Inocentesy Desamparados los retiraba y enterraba con motivo de la festividad de San Matías, cada 24 de febrero.Los autores de crímenes atroces padecían sentencias agravadas: su cuerpo era mutilado y decapitadopost mortem. En estos casos, los restos del supliciado no se solían enviar a Carraixet ni recibían sepulturacanónica; la cabeza, las manos, los brazos y las piernas se usaban para resignificar espacios y señalizarel territorio. Con las cabezas y las manos se intentaba representar la “eficacia” y la dureza de la justiciareal, de modo que era costumbre colocarlas a la vista de los transeúntes, en los lugares donde se había perpetrado el crimen, en las puertas de acceso a la capital y en las cruces de los caminos. Brazos y piernas servían de igual manera para advertir a los delincuentes de las espantosas consecuencias de sus actos. De ahí que se exhibieran en los caminos, en los parajes donde se producían los asaltos y acechaban los bandidos y a lo largo de las grandes vías de comunicación de toda la Gobernación valenciana.