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Es por eso que se argumenta que las expectativas con respecto al desempeño de las organizaciones regionales eran bastante bajas. Posteriormente, combinando fuentes académicas y primarias, se hace una valoración de las acciones desplegadas por cada organización frente a la pandemia del covid-19. Estas acciones se dividen en tres para su evaluación: el compartir información, la coordinación interestatal y la acción colectiva (interna y externa). En esa valoración se obtuvieron resultados mixtos: hubo algunas organizaciones que tuvieron un buen desempeño y otras que tuvieron un bajo rendimiento, en especial si se tienen en cuenta sus mandatos fundacionales y la totalidad de sus capacidades institucionales. En segundo lugar, con base en la literatura sobre organizaciones internacionales y regionales se propone que son cuatro las variables que tienen mayor poder explicativo para dar cuenta de la divergencia de esas respuestas de las instituciones regionales a la pandemia: la diferenciación funcional, la autonomía de las organizaciones, el liderazgo y el conocimiento (know-how) acumulado. En tercer lugar, el artículo deriva unas lecciones más generales para el regionalismo latinoamericano de estas respuestas regionales al covid-19 (y de la ausencia de éstas en algunos casos). Se defiende la idea de que un regionalismo más técnico, diferenciado funcionalmente y segmentado puede resistir mejor los embates de la polarización ideológica y los inevitables cambios de ciclo político en América Latina. 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El Covid-19 y la crisis del regionalismo latinoamericano: lecciones que pueden ser aprendidas y sus limitaciones
El presente artículo hace un balance de la respuesta de las organizaciones regionales latinoamericanas y caribeñas al covid-19. En especial, se pregunta si éstas han contribuido a hacer frente a la pandemia y se busca encontrar explicaciones para la considerable divergencia entre las respuestas de nueve organizaciones regionales. En ese orden de ideas, en primer lugar, se señala que el regionalismo latinoamericano ya se encontraba en crisis antes de la llegada del covid-19. Algunas de las características de esta crisis eran: una decreciente regionalización económica, una creciente polarización política regional, y la parálisis y la desintegración de algunas organizaciones regionales como la UNASUR. Es por eso que se argumenta que las expectativas con respecto al desempeño de las organizaciones regionales eran bastante bajas. Posteriormente, combinando fuentes académicas y primarias, se hace una valoración de las acciones desplegadas por cada organización frente a la pandemia del covid-19. Estas acciones se dividen en tres para su evaluación: el compartir información, la coordinación interestatal y la acción colectiva (interna y externa). En esa valoración se obtuvieron resultados mixtos: hubo algunas organizaciones que tuvieron un buen desempeño y otras que tuvieron un bajo rendimiento, en especial si se tienen en cuenta sus mandatos fundacionales y la totalidad de sus capacidades institucionales. En segundo lugar, con base en la literatura sobre organizaciones internacionales y regionales se propone que son cuatro las variables que tienen mayor poder explicativo para dar cuenta de la divergencia de esas respuestas de las instituciones regionales a la pandemia: la diferenciación funcional, la autonomía de las organizaciones, el liderazgo y el conocimiento (know-how) acumulado. En tercer lugar, el artículo deriva unas lecciones más generales para el regionalismo latinoamericano de estas respuestas regionales al covid-19 (y de la ausencia de éstas en algunos casos). Se defiende la idea de que un regionalismo más técnico, diferenciado funcionalmente y segmentado puede resistir mejor los embates de la polarización ideológica y los inevitables cambios de ciclo político en América Latina. Especialmente, si se compara con los riesgos de parálisis y crisis de organizaciones “sombrilla” que abarcan una gran multiplicidad de temas a través de numerosos consejos u otro tipo de subunidades.