{"title":"诺拉·多明格斯,脸的反面。Beatriz Viterbo编辑,2021年,252页*","authors":"Patricia Fontana","doi":"10.11144/javeriana.cl26.ndrr","DOIUrl":null,"url":null,"abstract":"Hace ya más de cuatro décadas, en un capítulo de Mil mesetas titulado “Año cero-rostridad”, Gilles Deleuze y Felix Guattari acuñaron una denición —“un rostro es algo muy singular: sistema pared blanca-agujero negro”— que le es suciente a Nora Domínguez para desplegar a partir de ella una lectura perspicaz de una serie variada de materiales —novelas, cuentos, fotografías, películas, instalaciones, textos periodísticos— que la habilita, además, para proponer un acercamiento más general, y a la vez muy original, a la historia cultural y política de la Argentina desde por lo menos el segundo tercio del siglo XX hasta la actualidad (hasta la más reciente actualidad, como se verá en el cierre de esta reseña). El libro se inaugura con la referencia a la imagen de un hombre —Josef Fritzl— acusado de encerrar y violar repetidas veces a su hija, de secuestrar a tres niños y aun de la muerte de uno de ellos, que durante el juicio al que debió enfrentarse se cubrió el rostro con una carpeta azul. Se trata de una primera imagen que le permite a Domínguez apuntar a una relación que será central en todo el texto —la que se establece entre el rostro y la mirada— y también a interrogarse por primera vez sobre los posibles sentidos que alberga un rostro tapado, que no se deja ver. En efecto, este no es solo un libro sobre los rostros, sino también uno sobre la mirada y, entonces, sobre los vínculos entre las personas. Se trata, según resume la autora, de “ver y ser visto, expresar y ocultar, ser uno, único y singular o muchos, sometidos a la marcas que otorgan las procedencias sociales de raza, edad, clase o sexo” (12). No obstante, el rostro tapado de Fritzl es uno de los pocos rostros de varón que son protagonistas de este libro, ya que desde esta introducción, titulada “Políticas del rostro”, en cada uno de los cuatro capítulos que lo componen son en especial los de diversas mujeres, anónimas o muy conocidas, aquellos en los que Domínguez ja prioritariamente su atención. Como si luego de detenerse fugazmente en ese rostro tapado, que es cifra de la violencia machista y patriarcal, Domínguez decidiera, enseguida, preferir ocuparse de los rostros de quienes fueron o son víctimas de esa u otra violencia más o menos similar. Por ello, luego de ese texto liminar, cada uno de los cuatro capítulos centrales se focaliza en uno o en varios rostros de mujeres desde los que se expanden las reexiones de la autora: el primero se concentra en el rostro de la artista Nicola Costantino, o su reejo, en una de sus instalaciones y, enseguida, los rostros hurtados a la mirada en dos fotografías de las escritoras Silvina Ocampo y Juana de Ibarbourou; el segundo, en el de Clotilde Sabattini destrozado por el ácido que le arrojó su marido durante una discusión; el tercero, en el de —o los de— Eva Perón; y el cuarto asume diversas guraciones de una dupla —la señora y la empleada doméstica — que Domínguez explora en distintos textos literarios o fílmicos. Esto, por supuesto, no es casual, ya que El revés del rostro, además de ser el resultado de la investigación que Nora Domínguez realizó en la última década sobre este tema en particular, lo es también de toda su trayectoria académica y militante, una en la que las cuestiones de género, y en especial las referidas a la mujer, son una constante, casi una obsesión. Basta aquí recordar que Domínguez no solo fue una de las fundadoras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires del ahora llamado “Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género”, sino que también lo dirigió durante varios años. 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El libro se inaugura con la referencia a la imagen de un hombre —Josef Fritzl— acusado de encerrar y violar repetidas veces a su hija, de secuestrar a tres niños y aun de la muerte de uno de ellos, que durante el juicio al que debió enfrentarse se cubrió el rostro con una carpeta azul. Se trata de una primera imagen que le permite a Domínguez apuntar a una relación que será central en todo el texto —la que se establece entre el rostro y la mirada— y también a interrogarse por primera vez sobre los posibles sentidos que alberga un rostro tapado, que no se deja ver. En efecto, este no es solo un libro sobre los rostros, sino también uno sobre la mirada y, entonces, sobre los vínculos entre las personas. Se trata, según resume la autora, de “ver y ser visto, expresar y ocultar, ser uno, único y singular o muchos, sometidos a la marcas que otorgan las procedencias sociales de raza, edad, clase o sexo” (12). 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Nora Domínguez, El revés del rostro. Beatriz Viterbo Editora, 2021, 252 páginas*
Hace ya más de cuatro décadas, en un capítulo de Mil mesetas titulado “Año cero-rostridad”, Gilles Deleuze y Felix Guattari acuñaron una denición —“un rostro es algo muy singular: sistema pared blanca-agujero negro”— que le es suciente a Nora Domínguez para desplegar a partir de ella una lectura perspicaz de una serie variada de materiales —novelas, cuentos, fotografías, películas, instalaciones, textos periodísticos— que la habilita, además, para proponer un acercamiento más general, y a la vez muy original, a la historia cultural y política de la Argentina desde por lo menos el segundo tercio del siglo XX hasta la actualidad (hasta la más reciente actualidad, como se verá en el cierre de esta reseña). El libro se inaugura con la referencia a la imagen de un hombre —Josef Fritzl— acusado de encerrar y violar repetidas veces a su hija, de secuestrar a tres niños y aun de la muerte de uno de ellos, que durante el juicio al que debió enfrentarse se cubrió el rostro con una carpeta azul. Se trata de una primera imagen que le permite a Domínguez apuntar a una relación que será central en todo el texto —la que se establece entre el rostro y la mirada— y también a interrogarse por primera vez sobre los posibles sentidos que alberga un rostro tapado, que no se deja ver. En efecto, este no es solo un libro sobre los rostros, sino también uno sobre la mirada y, entonces, sobre los vínculos entre las personas. Se trata, según resume la autora, de “ver y ser visto, expresar y ocultar, ser uno, único y singular o muchos, sometidos a la marcas que otorgan las procedencias sociales de raza, edad, clase o sexo” (12). No obstante, el rostro tapado de Fritzl es uno de los pocos rostros de varón que son protagonistas de este libro, ya que desde esta introducción, titulada “Políticas del rostro”, en cada uno de los cuatro capítulos que lo componen son en especial los de diversas mujeres, anónimas o muy conocidas, aquellos en los que Domínguez ja prioritariamente su atención. Como si luego de detenerse fugazmente en ese rostro tapado, que es cifra de la violencia machista y patriarcal, Domínguez decidiera, enseguida, preferir ocuparse de los rostros de quienes fueron o son víctimas de esa u otra violencia más o menos similar. Por ello, luego de ese texto liminar, cada uno de los cuatro capítulos centrales se focaliza en uno o en varios rostros de mujeres desde los que se expanden las reexiones de la autora: el primero se concentra en el rostro de la artista Nicola Costantino, o su reejo, en una de sus instalaciones y, enseguida, los rostros hurtados a la mirada en dos fotografías de las escritoras Silvina Ocampo y Juana de Ibarbourou; el segundo, en el de Clotilde Sabattini destrozado por el ácido que le arrojó su marido durante una discusión; el tercero, en el de —o los de— Eva Perón; y el cuarto asume diversas guraciones de una dupla —la señora y la empleada doméstica — que Domínguez explora en distintos textos literarios o fílmicos. Esto, por supuesto, no es casual, ya que El revés del rostro, además de ser el resultado de la investigación que Nora Domínguez realizó en la última década sobre este tema en particular, lo es también de toda su trayectoria académica y militante, una en la que las cuestiones de género, y en especial las referidas a la mujer, son una constante, casi una obsesión. Basta aquí recordar que Domínguez no solo fue una de las fundadoras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires del ahora llamado “Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género”, sino que también lo dirigió durante varios años. No por nada, El revés del rosto inaugura una nueva colección de la