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Abstract
Las decisiones políticas sobre la cuestión lingüística argelina se han guiado por un pragmatismo orientado al mismo tiempo por una ideología arabista y por referencias históricas que pueden considerarse parciales y sesgadas. En este tipo de contexto, el árabe se impuso como un idioma único, lo que conlleva una ambigüedad intrínseca entre lo “clásico” y lo “dialectal”. Sólo se permitió una brecha en esta rigidez glotopolítica, la de la institucionalización, en 2002, del tamazight, que pretendía sustituir a las variantes nativas bereberes (taqbaylit, tachawit, tamasheq, etc.). Junto a estas lenguas institucionalizadas, la única lengua de comunicación consensuada y motivada por la historia, el magrebí o dariya, sigue siendo rechazada por los responsables políticos y queda relegada a los márgenes de la vida institucional. Sin embargo, es innegable que lo habla y lo entiende más del 85% de la población. Es revaluando los fundamentos mismos de estas decisiones glotopolíticas como podremos normalizar la realidad lingüística. Tal vez haya llegado el momento de que la nueva generación se aleje del pragmatismo vacilante y se embarque en una glotopolítica informada y fiel a las lenguas nativas de la nación.