{"title":"失去是为了胜利。在灵魂的象征下实现女人——约翰·德拉克鲁兹精神之歌中的妻子","authors":"A. Pinilla","doi":"10.11144/JAVERIANA.TX71.PGRMSAE","DOIUrl":null,"url":null,"abstract":"Este artículo indaga sobre la especificidad de la realización de la mujer, latente en la figura de la esposa del Cántico espiritual de Juan de la Cruz. En el último verso de la Canción 20, la esposa declara: “Me hice perdidiza, y fui ganada”. Esta expresión, de cuño evangélico (Mt 16,25) y paulino (Flp 1,21), constituye un rasgo específico del amor de la amada y abre el camino para la comprensión de su paradójica realización, lo cual se verifica en el análisis de los demás textos del Cántico relativos al alma esposa. Este estudio privilegia el orden de la primera versión del Cántico sanjuanista, cuya estrofa 20 corresponde además al protocántico y expresa de manera más armoniosa los desplazamientos hacia la interioridad y al “entrambos”. Sin embargo, la transmutación de los amantes del drama, en el dinamismo simbólico, parece desdibujar toda especificidad del amor y de la realización personal consecuente. La unión de amor articula, no sin conflicto, los símbolos relativos a lugares para la esposa y de movimiento para el esposo. El drama comienza con la salida de la esposa en búsqueda del Amado, para un nuevo ingresar en lo más interior de sí misma, donde mora el Esposo. La alternancia movilidad y estabilidad recorre todo el poema. La repentina presencia del Espíritu Santo en el drama, como “aposentador del Verbo en el alma”, explicita un tercero en la relación de amor y elimina cualquier intento de comprenderlo en términos lineales. El Espíritu sostiene y enriquece la reciprocidad en la alteridad propia del amor, cuya matriz es la encarnación y, finalmente, revela en aquel amor esponsal dialógico, el misterio del amor trinitario. 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Perderse para ser ganada. Realización de la mujer, bajo el símbolo del alma esposa en el Cántico espiritual de Juan de la Cruz
Este artículo indaga sobre la especificidad de la realización de la mujer, latente en la figura de la esposa del Cántico espiritual de Juan de la Cruz. En el último verso de la Canción 20, la esposa declara: “Me hice perdidiza, y fui ganada”. Esta expresión, de cuño evangélico (Mt 16,25) y paulino (Flp 1,21), constituye un rasgo específico del amor de la amada y abre el camino para la comprensión de su paradójica realización, lo cual se verifica en el análisis de los demás textos del Cántico relativos al alma esposa. Este estudio privilegia el orden de la primera versión del Cántico sanjuanista, cuya estrofa 20 corresponde además al protocántico y expresa de manera más armoniosa los desplazamientos hacia la interioridad y al “entrambos”. Sin embargo, la transmutación de los amantes del drama, en el dinamismo simbólico, parece desdibujar toda especificidad del amor y de la realización personal consecuente. La unión de amor articula, no sin conflicto, los símbolos relativos a lugares para la esposa y de movimiento para el esposo. El drama comienza con la salida de la esposa en búsqueda del Amado, para un nuevo ingresar en lo más interior de sí misma, donde mora el Esposo. La alternancia movilidad y estabilidad recorre todo el poema. La repentina presencia del Espíritu Santo en el drama, como “aposentador del Verbo en el alma”, explicita un tercero en la relación de amor y elimina cualquier intento de comprenderlo en términos lineales. El Espíritu sostiene y enriquece la reciprocidad en la alteridad propia del amor, cuya matriz es la encarnación y, finalmente, revela en aquel amor esponsal dialógico, el misterio del amor trinitario. Lo específico de la realización de la mujer trasciende como disponibilidad al Espíritu, al cual todo amor que no suprime la dolorosa paradoja, se equipara.