Las complicaciones infecciosas intraabdominales y la peritonitis postoperatoria (CIPO) son temibles en cirugía visceral. Su incidencia tiende a disminuir gracias a los adelantos en el campo de la prehabilitación y las técnicas quirúrgicas, el diagnóstico precoz y la optimización del tratamiento médico. Estas complicaciones se deben más a menudo a una fístula anastomótica y, por lo tanto, conciernen a todos los planos de la cirugía visceral. En un paciente sometido a una cirugía abdominal, un síndrome clínico sugerente debe conducir sin demora a una evaluación completa, con pruebas de laboratorio para valorar el impacto de la sepsis y una tomografía computarizada para establecer un diagnóstico etiológico y de gravedad. El cirujano debe entonces decidir la mejor estrategia terapéutica que adoptar: puede ser estrictamente médica con antibioticoterapia intravenosa, intervencionista con procedimientos radiológicos o endoscópicos, o quirúrgica si se comprueban los signos de sepsis. Los principios fundamentales de la reintervención en caso de peritonitis postoperatoria son la exploración completa con muestras para pruebas bacteriológicas y micológicas, el control de la contaminación digestiva y, por último, el lavado y el drenaje de la cavidad peritoneal. El tratamiento específico se rige por el tipo de intervención efectuada. En los casos más graves y complejos o para pacientes en estado de shock, esta cirugía debe formar parte de un procedimiento de «control lesional» en varias etapas con laparostomía provisional. En todos los casos, el cirujano debe informar adecuadamente al paciente o a sus familiares en todas las etapas del tratamiento.